“Hagas lo que hagas, el día señalado te encontrará de alguna manera que no siempre puedes predecir”.
Has contado una y otra vez los días que te quedan para llegar.
Has tomado nota de cada uno de los sucesos que te trajeron hasta aquí.
Has apuntado en un papelito lo que te queda aún por hacer, lo que te queda por solucionar, las llamadas restantes, los encuentros imprescindibles, los encuentros que estarían bien, los encuentros que preferirías evitar pero que crees que deberías tener, los encuentros que te encantaría tener y que crees que no se van a producir…
Te has hecho listas de cosas una y otra vez. Y un día conseguiste tachar todos los asuntos del día. Y casi siempre apuntas una y otra vez los temas que quedan pendientes día tras día y que casualmente siempre son los mismos. Te preguntas si llegarás con todo, si te dará el tiempo.
Para estar en el lugar en el que deseas estar, necesitas completar la lista de tareas pendientes. Para estar en ese lugar desconocido que deseas y que crees que te aportará la felicidad, sientes que debes acometer todas estas tareas que no sabes si quieres realizar.
Para estar en ese lugar, no reconoces el lugar en el que estás, salvo desde una sensación de incomodidad y decepción.
Para estar en ese lugar en el que quieres estar necesitas que esa persona te llame y te invite a dar un paseo. Pero esa persona no llama, llama otra que te invita a cobijar su alma de angustia. Y entonces sientes que te estás distanciando de tu meta, que tus tareas son inútiles, que por más que hagas nunca llegarás.
Y has seguido la dieta de los cuatro pasos y no has conseguido adelgazar. Y has seguido el programa de nueve semanas para lograr la paz espiritual y has acabado con más ansiedad porque te has sentido inservible para la paz cuando otros lo habrán conseguido seguramente tal como rezaba la propaganda y los testimonios. Y has seguido el curso de autoestima en veintiocho días y no puedes decir que te ames profundamente como soñabas que ocurriría en el momento en el que lo compraste. Y has seguido el programa de manifestación de deseos en veintiún días y sientes que lo único que has logrado manifestar han sido deudas; deudas económicas, deudas emocionales… deudas contigo mismo ante todo.
Has contado una y otra vez los días que te quedan para llegar.
Y has hecho un nuevo calendario en un papel que trazaste a mano. Y lo rompes. Y rompes todos los papelitos, y las listas, y las metas excesivas e inalcanzables.
Y te angustias y lloras. Y se aquieta todo. Y ya no lloras ni sientes nada. Ni malo ni bueno.
Solo sientes que estás aquí y ahora en esta absoluta realidad.
Y hagas lo que hagas, el avión va a salir ese día y tú estarás en él. No hay nada que hacer para llegar allí, no hay nada que hacer cuando llegues allí. El avión estará y tú también.
Y descansas. Y sales a dar ese paseo solo. Y hueles los jazmines que te acompañan un tramo del camino. Y te sientas junto a un árbol en el parque. Y la persona que juzgaste equivocada pasa justo en ese momento y su angustia se ha transformado en alegría. Y un mensaje te comunica que no hace falta eso que hiciste y que te llevó tanto tiempo. Y te enteras de que te darán un trabajo que anhelabas. Y te enteras al mismo tiempo de que una de las ilusiones por las que tanto luchaste se destruyó. Y te entregas. Te entregas a la confianza, al que vendrá, al que hay ahora.
Y haces mientras tanto; haces con la seguridad de que hagas lo que hagas estará bien. Y no quieres cambiar este momento de profunda aceptación y sensación de presencia por ningún otro. Ningún futuro perfecto que puede o no producirse te parece tan perfecto como este momento.
Y empiezas a vivir así, momento a momento, con una convicción absoluta, con una alegría perfecta. Cuando caminas junto al río, cuando oyes los pájaros cantar en los árboles, cuando te duele la tripa, cuando la brisa del mar te remueve el pelo, cuando te comunican una mala noticia, cuando preparas tu arroz, cuando gozas jugando con un niño, cuando estás en la cola del banco, cuando haces el amor, cuando haces la compra, cuando haces cualquier cosa que haces y cuando no haces cualquier cosa que tienes que hacer y no haces.
Cuando estás vivo.
Ahora estás vivo, ahora.
Y el cuando es un ahora perpetuo y continuo y perfecto.
Leandro Ojeda López
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