Después de algunas investigaciones sobre la causa de ese resplandor, resultó que cada cebolla tenía adentro, en el corazón, una piedra preciosa. Ésta tenía un topacio, la otra un rubí, aquélla una esmeralda… ¡Una maravilla! Por alguna incomprensible razón, se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerable, inadecuado y vergonzoso…
Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que esconder sus piedras preciosas en capas y capas cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro, hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar. Pasó entonces por allí un sabio al que le gustaba sentarse a la sombra de los árboles del huerto y que, sabia tanto, que entendía hasta el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntar una por una:
– ¿Por qué no eres por fuera, como eres por dentro? Y ellas iban respondiendo: – Me obligaron a ser así. – Me fueron poniendo capas. – Incluso me puse algunas para que no dijeran nada. Algunas tenían hasta diez capas y casi no se acordaban de por qué se pusieron las primeras.
Al final, el sabio se puso a llorar; y, cuando la gente le vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas inteligentes: Por eso, aún hoy, todos siguen llorando cuando una cebolla nos abre el corazón.
“¿Cuántas capas tienes tapando tu interior?
Por alguna extraña razón hemos permitido que otros agreguen a nuestro interior una capa como la de la cebolla, y vamos escondiendo nuestro verdadero interior, bello, sensible y hermoso. Si tu estas consiente de ello, comienza por ir quitando una capa y luego otra, puede ser doloroso, porque la sensibilidad del Ser, del Alma esta llena de emoción y nos hace llorar… pero deja salir esa piedra preciosa que hay en tu interior…
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