HOMBRES CONFUSOS, LIDERES CONFUSOS
Pregunta: ¿No puede usted hacerse de seguidores y emplearlos convenientemente? ¿Tiene que seguir usted siendo una voz en el desierto?
KRISHNAMURTI: Bueno, ¿qué entendéis por seguidores y qué entendéis por líder? ¿Por qué seguís a alguien y por qué creáis un conductor? Si esto os interesa, os ruego lo consideréis con atención. ¿Cuándo seguís a alguien? Sólo seguís a alguien cuando os halláis confusos; cuando sois infortunados, cuando os sentís por el suelo, deseáis que alguien -un conductor político, religioso o militar- os ayude, os saque de vuestra miseria. Cuando en nosotros hay claridad, cuando comprendéis, no deseáis que se os conduzca. Sólo deseáis ser conducidos cuando os halláis en estado de confusión, con todo lo que ello implica. ¿Qué sucede, pues? ¿Cómo podéis ver claramente cuando estáis confusos? No pudiendo ver claramente, escogeréis un conductor que también estará confuso: (Risas)
No riais.
Eso es lo que ocurre en el mundo, y es desastroso. Podrá sonar a agudeza, pero no lo es. ¿Cómo puede un hombre ciego escoger un conductor? Sólo puede escoger entre los que le rodean. De un modo análogo, un hombre confuso puede elegir tan sólo un conductor que esté tan confuso como él mismo. ¿Y qué ocurre? Estando confuso, es natural que vuestro líder os conduzca a mayor confusión, a mayor desastre, a mayor miseria. Eso es lo que hoy sucede en el mundo entero. Por el amor de Dios, señores, considerad el hecho: se trata de vuestra miseria. Se os conduce a la matanza porque rehusáis ver y disipar la causa de vuestra propia confusión. Y es porque rehusáis verla que creáis con vuestra confusión los hábiles y astutos conductores que os explotan: porque el conductor, al igual que vosotros mismos, busca la propia satisfacción. Por eso os convertís en una necesidad para el líder, y éste se convierte en una necesidad para vosotros: es una explotación mutua.
¿Para qué, pues, necesitáis un conductor? ¿Y puede acaso haber recta conducción? Vosotros y yo podemos ayudarnos unos a otros a disipar nuestra propia confusión, lo cual no significa que yo me convierta en vuestro líder y vosotros en mis seguidores, o que yo sea vuestro “gurú” y vosotros mis discípulos. Nos ayudamos simplemente unos a otros a comprender la contusión que existe en nuestra propia mente y corazón. Sólo cuando no queréis comprender la confusión, huis de ella; y entonces recurrís a alguien, a un líder o a un “gurú”. Pero si queréis, comprenderla, debéis atender a la miseria común, a los dolores, a las aflicciones, a la soledad; y sólo podéis hacerlo cuando no tratáis de hallar una respuesta, una salida de la confusión. Consideráis la confusión porque ella conduce de por sí a la miseria; por eso deseáis comprender la confusión. Y cuando la comprendáis, cuando la disipéis, seréis libres como el aire, amaréis, no seguiréis a nadie, no tendréis conductores; y entonces advendrá la sociedad de la igualdad verdadera, sin clases y sin castas.
Vosotros, señores, no buscáis la verdad. Tratáis de hallar solución a alguna dificultad, y esa es vuestra desdicha. Queréis conductores que os dirijan, que os remolquen, que os fuercen que os hagan adaptables, y eso inevitablemente lleva a la destrucción, a mayores sufrimientos. El sufrimiento es lo que tenemos a la vista, y, sin embargo, nos negarnos a verlo; y queremos “verdaderos” conductores, lo cual significa gran falta de madurez. Toda conducción, para mí, es indicio de deterioro social. El líder es un elemento destructivo en la sociedad. (Risas). No lo toméis a broma, no paséis por alto ese hecho: consideradlo. Es cosa muy seria, sobre todo ahora. El mundo se halla al borde de una catástrofe y se desintegra rápidamente; y conformarse con encontrar otro líder, un nuevo Churchill, un Stalin de más volumen, un Dios diferente, es absolutamente inútil; porque el hombre que está confuso no puede escoger sino de acuerdo a los dictados de su propia mente, o sea de la confusión.
De nada sirve, por lo tanto, buscar un conductor, bueno o malo. No hay “buen” conductor; todos los conductores son desacertados. Lo que tenéis que hacer es disipar vuestra propia contusión. Y la confusión sólo queda apartada cuando os comprendéis a vosotros mismos; con el comienzo del conocimiento propio viene la claridad. Sin conocimiento propio, la confusión es como una ola que eternamente os alcanza. Resulta pues muy importante, para aquellos que son realmente serios y de buena fe, el empezar por sí mismos y no buscar liberación ni escape de la confusión. En el momento en que comprendéis la confusión, estáis libres de ella.
Jiddu Krishnamurti,
charla agosto 1º de 1948, Bangalore, extraída de "Vivir de instante en instante"
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