Aquel collar la hacía soñar con otros mundos llenos de príncipes y de princesas. Sin embargo, cuando cayó la noche, su padre entró en el dormitorio y le preguntó:
- María, ¿me amas? –
Desconcertada, la niña contestó.
– Por supuesto que te quiero, papá. Eres la persona más buena del mundo. Veo cómo trabajas todos los días para que podamos salir adelante. Te quiero muchísimo
– María, si me amas, regálame tu collar de perlas - Dijo el hombre.
Pero María, agarrando el collar con ambas manos, contestó:
- Papá, por favor, no me pidas mi collar de perlas. He trabajado mucho para conseguirlo y lo quiero tanto. Si quieres puedo darte cualquier otro juguete, pero, por favor, no me pidas mi collar de perlas.
El padre, quitándole importancia al asunto, le dio un beso en la frente y salió de la habitación. No obstante, a la noche siguiente volvió a la habitación de su hija y le preguntó:
- María, ¿me amas?
- Tapándose el collar, la pequeña afirmó -¡Por encima de cualquier cosa!
- Si me amas – siguió el padre - Regálame tu collar de perlas
- Por favor, por favor – suplicó la niña - No me pidas mi collar de perlas. Me ha costado mucho trabajo ganarlo y deseaba tanto tenerlo... Si quieres te doy cualquier otra cosa. Todo menos mi collar de perlas.
El padre, como la vez anterior, le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Sin embargo, a la noche siguiente volvió al dormitorio de la pequeña, pero esta vez ella lo estaba esperando con lágrimas en los ojos
- María, ¿qué te sucede?, ¿por qué lloras?
- Toma papá, mi collar de perlas. ¡Te lo regalo!
- ¿Ya no lo quieres? – Preguntó el hombre
- ¡Oh, sí que lo quiero! – Respondió ella, pero te lo doy porque te quiero más a ti –
Entonces el padre se sentó junto a ella, guardó el collar de juguete en su bolsillo y sacó un precioso collar de perlas auténticas:
- Éste es el collar de la familia, el cual pasa de generación en generación solamente cuando los hijos aprenden a valorar más el corazón de sus semejantes que los objetos materiales.
El egoísmo es la enfermedad que está arruinando a la humanidad, por tanto, recuerda siempre esta lección: Nunca valores a las cosas más que a las personas, sobre todo si es alguien que cada día te demuestra su amor.
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