domingo, 6 de mayo de 2018

¿Qué es la imaginación y cómo podemos desarrollarla?


La ciencia está descubriendo que la imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad y en la elaboración de los recuerdos, los sueños y los pensamientos. 

Numerosos filósofos han visto en la imaginación una dimensión clave de la actividad mental; en cambio, la psicología desdeñó durante mucho tiempo el papel de la imaginación, considerándola como una facultad marginal, que nada tendría que ver con otras más elevadas, como la percepción o el conocimiento. 

Sin embargo, la ciencia contemporánea está descubriendo que la imaginación es una función cognitiva fundamental, que desempeña un papel clave en todas las formas de vida mental, desde la percepción a los recuerdos, sueños y pensamientos. 

La mayoría de las ideas, por más abstractas que parezcan, nacen como imágenes. De hecho, etimológicamente, la palabra griega idea significa “visión”. En este sentido, idear es imaginar. 

En cualquier caso, sin imaginación no habría lenguaje. Aprendemos a leer gracias a la imaginación, que convierte marcas de tinta sobre un papel en evocaciones de cosas ausentes. 

La imaginación es un ingrediente esencial del pensamiento y de la inteligencia. Las máquinas pueden calcular prodigiosamente, pero no tienen verdadera inteligencia, entre otras cosas porque carecen de imaginación. 

No hay “inteligencia artificial”: la verdadera inteligencia es natural –y cordial: arraigada en el corazón–. Sin imaginación no habría creatividad: todo sería predecible y aburrido. La imaginación es vida. 

La empatía, la capacidad de conectar con lo que siente otra persona, sería imposible sin la capacidad de imaginarnos viviendo la experiencia ajena. Cuando siento empatía, una parte de mí deja de estar aquí y, a través de la imaginación, viaja hacia ti. 

La imaginación, estrechamente relacionada con los recuerdos, las fantasías, los sueños y la percepción, pertenece al núcleo de la mente y de la conciencia. Hoy sabemos que la imaginación moviliza las mismas capacidades neuronales que la visión precisa y la cognición, y que no se localiza en un área específica del cerebro. 

Cuando imaginas un rascacielos, tus ojos tienden a moverse arriba y abajo, como si estuvieras abarcando toda su altura, mientras que si imaginas el paso de un vehículo, tus ojos se moverán horizontalmente. Algo semejante se aplica al movimiento corporal. 

Neurológica y fisiológicamente imaginar una acción es semejante a realizarla. 

No todo acto imaginativo es creador en el sentido profundo, pero toda creatividad necesita de la imaginación. 

Antes de la época moderna, no existía una separación rígida entre la verdad literal y la realidad de la imaginación. ¿Hamlet y don Quijote no son reales? ¿No han influido en muchas personas a través de los siglos? 

Patrick Harpur, estudioso contemporáneo de la imaginación, argumenta que “las personas y los acontecimientos que imaginamos son de hecho reales” –lo que ocurre es que su realidad no es histórica y literal, sino mítica e imaginal. 

Muchas de las estructuras caducas que nos rodean están en decadencia precisamente por su falta de imaginación. El poder de la imaginación es hoy esencial para renovar la educación, la política y la vida cotidiana.

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