Ramana Maharsi (1879-1950) fue el sabio más importante del siglo XX, y la raíz de su filosofía consiste en la auto-indagación, la verdadera meditación.
Simplemente pregúntate:
- ¿Quién soy yo?
- ¿Quien es el que ve cuando yo veo?
- ¿Quien es el que escucha cuando yo escucho?
- ¿Quién es consciente de aquello que me doy cuenta?
- ¿Quién soy yo?
Exploremos esta cuestión con un juego. Imagina que tu y yo estamos manteniendo una conversación. Típicamente, cuando alguien se te acerca y te pregunta: ¿tú quien eres?, no estás pensando que se refiere a la parte profunda de la cuestión, simplemente respondes:
“Soy Ana Perez”
Pero te desafío a lo siguiente: voy a tomar un papel y lo escribo con todas las letras: A-n-a P-e-r-e-z , y ahora te lo muestro.
¿Es eso lo que eres? ¿una colección de letras?
¿Es eso quien ve lo que tu ves?
Obviamente no lo es, así que me responderías:
“bueno, tienes razón, lo siento. No soy únicamente Ana Perez. Eso es solo un nombre con el que me llama la gente. Es una etiqueta. Realmente, soy la esposa de Antonio Rodriguez.”
¡Vaya! ¡eso ya no es ni siquiera políticamente correcto en nuestros días!
¿Como vas a ser la mujer de Antonio Rodriguez? ¿Quieres decir que tu no existías antes de conocer a Antonio? ¿o bien quieres decir que dejarás de existir si el falleciera, o si tu te volvieras a casar con otro? “La esposa de Antonio Rodriguez” no eres tu. De nuevo, es otra etiqueta. Tómate tiempo para responder.
“De acuerdo, ahora prestaré más atención. Mi etiqueta es Ana Perez. Nací en Barcelona en 1972. Viví en Sevilla con mis padres Paco y María hasta los cinco años de edad. Después nos trasladamos a Madrid donde cursé la escuela primaria… Fui a la Universidad Politécnica de Madrid donde me gradué como Ingeniera Industrial y conocí a Antonio Rodriguez. Eso es lo que soy”
No te pregunté todo lo que ha ocurrido desde que naciste. Te he preguntado “quien eres tu”. Lo único que has hecho es describir experiencias. ¿No te parece que si hubieras ido a otra universidad tu seguirías siendo la misma?
En ese momento te das cuenta que nunca antes te has preguntado “quien soy yo” de forma seria. Esto es a lo que se refería Ramana Maharsi.
Ahora te pones más serio y dices:
“Vale, soy el cuerpo que ocupa este espacio. Mido 1 metro y 70 centímetros, peso 65 kilos, y aquí estoy”
Cuando fuiste Ana Perez durante la escuela primaria, no medías 1.70m ni pesabas eso. ¿Entonces cual de las dos eres tu? ¿Eres la persona de los 1.70m o la de los 1.60m de aquel tiempo? ¿No estabas ya ahí dentro cuando eras Ana Perez? Eso es lo que dijiste antes. ¿No eres tu la que tuvo la experiencia de ser Ana en la escuela de Ingeniería Industrial y a la vez tu eres la que está respondiendo estas preguntas?
¿Acaso no eres la misma?
¿Recuerdas cuando tenías 10 años y te mirabas al espejo? ¿Es que no eres la misma ahora?
Simplemente ha cambiado tu cuerpo. ¿No has sido siempre la misma cada vez que te mirabas al espejo?
¿Cuando duermes en la noche, ¿sueñas? ¿quién es el que sueña? ¿qué significa soñar? Podrías decir “es como ver una película que se proyecta en mi mente y yo la observo”. ¿Quien la observa? “yo soy quien la observo”.
¿Es el mismo “yo” que se mira al espejo que el “yo” que observa el sueño?
Cuando te despiertas observas que hay una continuidad de la conciencia de tu ser que se da cuenta y observa.
Ramana Maharsi hacía estas preguntas simples: ¿quien observa lo que tu ves? ¿quien escucha lo que tu escuchas? ¿quien observa lo que tu sueñas? ¿quien mira la imagen en el espejo? Si tratas de responder honestamente, dirías:
“Yo. Soy yo. Yo soy el que está experimentando todo eso”
Y en vista de todo lo anterior, quizás sea la mejor respuesta que puedas dar.
Parece obvio darse cuenta que no eres los objetos que observas. Tu no eres el mundo exterior. Tu eres el que está dentro observando el mundo.
Esta parte era sencilla… ya hemos eliminado a todos los objetos exteriores. Pero ahora dime. ¿Quien eres?
Te das cuenta que aunque el mundo de los objetos no estuviera ahí fuera, tu seguirías estando ahí. En ese caso sentirías frustración y rabia si todo desapareciera ahí fuera, pero… ¿quién siente esa rabia? Volverías a repetir: “¡Soy yo!”
Y es correcto. Ese “yo” es el que experimenta a la vez el mundo exterior y el mundo emocional interno.
Imagina que estás paseando en un parque y observas a un perro que está jugando en la hierba. De repente escuchas detrás de ti un sonido como un zumbido: “Sssssss”. ¡Una serpiente de cascabel! ¿Crees que seguirías mirando al perro con la misma intensidad y enfoque? Por supuesto que no.
En ese caso tendrías miedo, y la sensación del miedo te impediría observar.
Toda tu atención puede ser absorbida por tus emociones.
Pero ¿quién siente ese miedo? ¿es el mismo que miraba al perro?
Te puedes quedar tan absorbido por tus sentimientos y por tus miedos internos que es difícil que te enfoques en los objetos externos. En pocas palabras:
El mundo exterior y el interior compiten para tu atención
También has experimentado lo contrario al miedo: hay veces que el mundo exterior te ha resultado complicado y amenazante, pero por dentro has estado en paz y calma. Sigues estando ahí, pero en un estado distinto.
Te darás cuenta que ambos, el mundo exterior de los objetos y el mundo interior de las sensaciones e un flujo que viene y se va. Pero tu, el que experimenta todo eso, permaneces consciente de todo aquello que pasa delante de ti.
Entonces ¿quien eres tu? Podríamos usar la respuesta de Descartes: “Pienso, luego existo“. Pero… ¿realmente es eso lo que ocurre? La cuestión es ¿quién está usando la mente para emitir pensamientos y luego manipularlos en forma de ideas y juicios? ¿No sigue existiendo el ser que experimenta incluso en ausencia de pensamientos?
Afortunadamente la respuesta es sencilla. Tu te das cuenta perfectamente de tu existencia , tu sentido de la existencia, sin necesidad de pensamientos. Puedes estar en meditación profunda, sin pensamientos, y existir igual. Te das cuenta que los pensamientos han desaparecido. No necesitas “pensarlo”, simplemente te das cuenta que “no hay pensamientos”. Al acabar la meditación te pones en pie y te dices a ti mismo: “que bueno, estuve meditando y por primera vez cesaron todos mis pensamientos, era un lugar de perfecta paz y armonía”
Experimentaste esa paz y armonía en ausencia de pensamientos, entonces obviamente tu existencia no depende de los pensamientos.
Los pensamientos pueden parar, y también ser extremadamente ruidosos. “Mi mente me vuelve loco, no para de hablarme. No consigo que se pare.” ¿La mente de quién? ¿Quién es consciente de esos pensamientos? ¿No eres tu el que se da cuenta de los pensamientos? ¿No te puedes deshacer de ellos si quisieras?
¿quien es el que se da cuenta de los pensamientos? ¿quien es el que sufre con ellos? Aquí vuelves a tener una relación sujeto-objeto con los pensamientos. Tu eres el sujeto, y los pensamientos son objetos de los que te das cuenta y puedes observar.
Tu no eres tus pensamientos.
“Entonces no soy nada del mundo exterior y tampoco soy mis emociones. Los objetos externos e internos fluye, vienen y se van, y yo los experimento. Pero no soy mis pensamientos. Pueden ser tranquilos o agitados, felices o tristes. Los pensamientos son simplemente otra cosa de la que puedo darme cuenta. Pero ¿quien soy yo? ¿quien es el que está teniendo todas estas experiencias físicas, emocionales y mentales?
Puedes hacer algo: trata de dejar a un lado esas experiencias y observa quien queda. Te darás cuenta de quién experimenta esa experiencia.
Llegarás a darte cuenta que tu, el experimentador, tiene una cierta cualidad: esa cualidad es la consciencia un sentido intuitivo de la existencia.
Tu sabes que estás ahí dentro. No necesitas pensarlo. Puedes pensarlo y reflexionarlo, pero te darás cuenta que únicamente estás pensando. Igualmente existes independientemente de tener o no pensamientos.
Trata de hacer este experimento sobre la consciencia:
Mira por la ventana, date cuenta de todos los objetos que hay ahí fuera. Observarás tu campo de visión cercano y lejano, y percibirás miles de detalles. Colores, variaciones de luz y sombra, la textura de la madera, el movimiento de las hojas en los árboles. Te estás dando cuenta de todo esto sin necesidad de pensar. Simplemente lo ves. Imagina que necesitaras tu voz interna para describir todo lo que estas viendo! ¿cuanto tardaría en comparación con tu percepción automática?
Cuando simplemente observas sin crear pensamientos, tu consciencia se da cuenta de todo sin esfuerzo, percibe y comprende todo lo que ve.
Consciencia es la palabra más importante que jamás pronunciarás.
¿Y qué significa “darse cuenta”?
Imagínate que estás en una habitación rodeado de gente y con un piano. Imagina que el piano deja de existir en tu mundo. ¿Tendrías algún problema con eso? Seguramente no. Ahora imagina que todas las personas de la habitación dejaran de existir. ¿Puedes soportarlo? Desde luego que si. Ahora imagina que tu consciencia, la parte de ti que se da cuenta deja de existir. Simplemente apágala. Cómo te sentirías si tu consciencia desapareciera? Simplemente no estarías allí, no tendrías tu sentido del “yo”. Dejarías de tener consciencia de tu existencia. Sin darte cuenta ni percibir tu existencia, no hay nada. ¿Hay objetos? Quien sabe. Si no hay nadie para ser consciente de los objetos, su existencia es irrelevante.
Sin embargo, si tienes consciencia, incluso aunque no haya nada enfrente de ti eres perfectamente consciente de que no hay nada.
Entonces, si volvemos a hacer la pregunta: ¿quien soy yo? responderías:
“Yo soy el que observa. Estoy aquí detrás en alguna parte. Miro hacia afuera y soy consciente de los objetos, pensamientos y emociones que pasan delante de mi.
Vives en el asiento de la consciencia.
Los objetos están delante de ti, los pensamientos los tienes más cerca, y las emociones un poco más alejadas. Detrás de todos ellos, allí estás tu.
A lo largo de tu vida han ido pasando pensamientos, formas y emociones, y tu has estado siempre ahí, como observador de todas ellas.
Estás en el centro de la consciencia. Estás detrás de todo, observando. Esa es tu casa verdadera.
Puedes quitar todos los objetos, y aún seguirías ahí. Pero si quitas la consciencia no hay nada.
Ese centro es el asiento del Ser.
Desde ese asiento, eres consciente de tus pensamientos, emociones y de un mundo que pasa a través de tus sentidos. Ahora eres consciente de que eres consciente.
Este es el asiento del Ser del Budismo, del Alma Cristiana y del Atman Hindú.
“The Untethered Soul: The Journey Beyond Yourself”, de Michael Singer.
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