¿Derribándolo? exclamó el peregrino, ¿Por qué? “Para poder ver salir el sol todas las mañanas”, respondió el abad.”
Destruir para poder ver el sol cada mañana. Las grandes abadías suelen ser muy solemnes en sus estructuras y en sus muros. Pero tanta piedra, con frecuencia, impide que el sol penetre dentro e impide a los dentro verlo amanecer cada mañana.
En la vida todos SOLEMOS CONSTRUIR GRANDES MUROS, a veces incluso muy bellos, pero que nos están dificultando ver el sol. Tenemos demasiados muros que nos impiden VER A LOS DEMÁS. Incluso ponemos muros que dieran la impresión de ser transparentes, pero que no dejan ver ni a aquellos que están a nuestro lado.
El muro de “yo soy así”, y que nos impide ver y aceptar a los demás como ellos son.
El muro de “yo pienso que las cosas tienen que ser así”, y nos impide respetar el modo cómo las ven los demás. Como si fuésemos los únicos que tenemos ojos para ver, y gusto para discernir.
El muro de “a mí no me cambia nadie”, y que nos impide ver la luz de la verdad que los demás quieren irradiar sobre nosotros.
El muro de “yo soy el jefe, la cabeza”, y no nos deja ver que los demás también piensan y que los demás también tienen cabeza.
El muro de “las cosas que tengo y he conseguido en la vida”, y que nos cierran a la luz que Dios nos envía a través de las necesidades de los demás.
El muro de “mi carácter es así”, y nos cierran el paso a la luz que nos invita a ser de otra manera .
El muro de “mis tristezas y preocupaciones”, que nos cierra sobre nosotros mismos y no somos capaces de abrirnos a la alegría de la vida.
El muro de “yo hice tal cosa y ya estoy marcado para siempre”, y nos impide el gozo y la alegría de saber que el pasado ya no existe y que lo existe es el presente y el futuro que está amaneciendo.
Tomado del Rincón del Tibet
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